Por Hugo García Saritzu
Diario de Puelches.
El otro tendal. Bustriazo. Puelches. La sed. La pampa seca traza el horizonte
del desierto, lo que vendrá después sólo puede ser la sed. Necesidad, castigo o
tormento. Entre la realidad y el mito puede pasar una vida o la Nacional 152.
La sed. Bustriazo y la sed. Bustriazo va a la cara oscura de la sed y ya no
vuelve.
El
corpus poético. Chatarra Espacial. Puelches salta desde el centro del texto
narrativo buscando un cierre poético. La Morsa y El Smowing . Bustriazo más o
menos insinuado en el texto narrativo del Diario, se convertirá en tema y
materia centralizando el corpus poético. La Morsa y El Smowing.
La
Morsa.
Dos poemas en díptico. La escritura marca territorio. Bustriazo se anuncia en
morse. La morsa y el morse. Una letra de diferencia entre el código: la letra dudosa / del ir y venir y el animal: yo soy la Morsa. El morse, además de un código, es una escritura. La
Morsa. Séptimo verso: escribo
como me hundo. (excelente aproximación a Bustriazo!!). La escritura, además
de función (Barthes dixit) es palabra poética (Jacobson dixit). Una dualidad que
aparece casi al final: es ella / como
usted / la que martilla el agua / mientras la piedra canta, Morse y Morsa.
La Morsa.
Segundo poema. El morse. La escritura deletreada del morse: por el ojo de la aguja / pasan las cartas de
amor (…) / letra chica (…) / letra rápida … La escritura como función. La
escritura a medias. La sed de la
pasión amorosa marca frontera y reclama presencias: detrás de cada huella / el cuerpo arrasa. La escritura se queda en
morse.
Chatarra Espacial:
Resonancia punk en el título y cierto eco en el resto. Puelches. La Chatarra
Terrenal. Esa parte del baldío a medias que es y no es Puelches. La Chatarra
Espacial: el abandono y las órbitas del caos. La Chatarra Terrenal el abandono
amenaza ruina.
Un
poema en tierra de nadie –entre La Morsa y La Chatarra- comienza con: el río en llanta / divide el mundo en dos
mitades. La referencia al Salado-Desaguadero, también es Puelches: un
pueblo en llanta, entre el abandono, la intemperie y la chatarra.
Chatarra Espacial:
La voz poética sitúa la materialidad de la chatarra: todo lo que flota aquí es un derivado del metal o,
el Renault 4 perdió limpito el maxilar
o, los colectivos / de línea alguna vez /
se dan vuelta en su cama de fierro o la río Atuel descansa a la orilla / del
soporte celeste.
La voz poética mueve y traslada la chatarra
entre la herrumbre y el desgarro: el oxígeno
liberado entre chapa y chapa / levanta el labio inferior y deja ver la encía
o por la ventanillas / el chaperío aúlla
y raspa ¡(doble y bárbara sinestesia!) o esa herrumbre
del cielo / sobre los restos de
unos colectivos que, entrados en metáfora, devienen: salmones de lomo seco o en,
el cuarto poema, el acierto de una síntesis refraneada: al río de chatarra / que le hace / una lancha más.
La voz poética, finalmente, a la hora de
cerrar el espacio de la chatarra, echa mano del destino-fortuna: un golpe de dados / entre el allá y el más
allá o de la caída en desgracia: una campana de otro round
(extraordinario!!), o de la ironía –al borde del escarnio-, en el mismo poema
del Renault 4: no hay protector bucal que
valga / en este parque automotor o de la dualidad silencio-ruido, en cuasi
hipálage, del sueño agónico de los colectivos: un sueño ganado en pie / que interrumpen / los ronquidos de la ruta.
Sin embargo, la voz poética, como si hubiera encontrado el hilo que se escondía
de las Tres Gracias en la ferretería de
Puelches, ata, en los versos finales del último poema, todos los cierres, tanto
aquel mundo que dividía en dos el río en
llanta, como el espacio entre el allá y el más allá: la parte del mundo que no flota / queda de este lado / al otro / se va
por las ramas.
El
verbo flotar es común a casi todos
los poemas. Toda la chatarra que flota en el espacio desaparece cuando contacta
con la gravedad terrenal. La chatarra de Puelches flota en tanto correlato
objetivo de otro espacio, el del abandono que antecede a la ruina o el de la
soledad que abisma la desolación.
El Smowing.
La sed. Tántalo. Tantalio. Tantalita. El mito. No cabe duda que con Tántalo los
dioses no ahorraron crueldad ni en la sentencia ni en la tortura, Su proyección
simbólica, el hambre y la sed como condena y desgracia eterna, no sólo lo
equipara a la proyección de mitos como Prometeo y Sísifo, sino que será similar,
también, su recorrido retórico: Romancero S. XV, Herrera o Lope.
El Smowing.
La sed. La inacabable sed del bebedor. La seca. La pampa seca. Bustriazo, como
buen bebedor, teme morir de sed. No es Fausto, pero el Diablo le fía el alcohol
en su ruta por peñas, bares y boliches en la frontera del arrabal y el “orsai”.
Diez
poemas y el Smowing. Bustriazo. Tema y materia. Por una parte sus ritos de
bebedor y el aura de malditismo que lo acompaña, pero por otra, el compromiso
de la voz poética al imaginar la despedida final de Bustriazo y convertirla en
materia poética. Para ello se servirá de tres elementos de la cosmogonía del
Tartaro: Caronte, el Can Cerbero y las Moiras. Diez poemas en sucesiva
sinuosidad (perdón por la aliteración) para fondear el abismo.
Los
ritos. Cara y ceca. El primer poema y el último. En uno, el bebedor presenta
sus ritos y se presenta a sí mismo. En el último, el rito de las Moiras es de
ejecución conocida e inapelable. En el primero: ya flotan palos / cuando abre la valija / y saca el vaso / el platillo
encandila / al que cuenta las gotas, después de la tercera, la ginebra
pierde la cuenta: ya son tantos / que
Juan apaga pà’ que dure. En el último: las
moiras que son tres / … / la hilandera
señala lo que mide la echadora /…/ ahí van se cortan / barren / vuelan suertes.
Cloto, Láquesis y Átropos no defraudan, conocedoras de los hilos mortales: el viento que levantan /…/ reparte
inevitable ya / la hora.
La
sed y el bebedor. La maldita sed y el maldito bebedor. La voz poética lleva la tantalita hasta la sed de Bustriazo En
el segundo poema: tantalita no llores /
que se acaba / la sed de tu acidito enebristado y en el octavo: se navega en tu agua tantalita / con un timón de sed atolondrada / el
agua al sur es agua colorada / salada y desaguada / agua sequita. El
maldito bebedor. Más allá de lo que se desprende de los dos primeros poemas, la
segunda estrofa del quinto: hacia abajo
se sopla cuando Juan / les lanza el haz de luz de su ginebra / enebro ventilado
en el infierno / y en el invierno cose lo que enhebra. O en el sexto: la llave no / la llave no me gusta / dame la
bols / ese piolet de mano.
La despedida. El tercer poema. La despedida
del maldito bebedor: qué tanto va el tántalo
a la fuente / Juan / qué tanto. Las dos estrofas siguientes abundarán en la
pauta de la despedida, por un lado, la inminencia de un viaje: acá le hacemos / el equipaje de mano si le
cabe y, por otro lado, la
increpación final, cuando Juan se queda sin dos elementos casi atributivos de Bustriazo:
la valija de mano y la linterna. lanceló
de su ginebra / Juan / que no se diga / agua va / sin la valija / sin la
linterna. Releído el poema no deja de ser irónico que a Bustriazo le
ofrezcan prepararle un equipaje de mano.
La
despedida. La despedida se precipita en los tres poemas finales. Los perros amuchados del cuarto poema, en el
octavo y ya ante la evidencia del Tártaro: enfilen
para abajo y más abajo, aquellos perros son parte del Can Cerbero: los perros ya crecieron de cabeza / ya van
de a tres sus testas. En el noveno irrumpe Caronte: sus monedas / la cara de Caronte no se vuelve / la ceca de Caronte no
navega. El azar de Caronte tiene su correlato en el último poema dedicado a
las Moiras: endechas a medida / mide el
aire / que queda entre la piedra cantadora. El aire que le falta a la piedra-cantadora-Bustriazo
indica que la despedida a llegado a su fin.
Sólo
queda apuntar un rasgo estilístico, nada menor: la interpelación. A pesar de lo
que puede comportar la circunstancia imaginada, la empática complicidad con que
interpela la voz poética se traduce en un gran acierto: facilitar la proximidad
sensible y poética de Bustriazo. Quizá el encaje de evidencia de este rasgo se
halle en el séptimo poema: hay que tener
smowing / Juan Bustriazo /…/ es
insignificante lo que cuenta / si lo que
flota es tu significado.
El Smowing.
Final. En el poema La Morsa señalaba un verso (escribo como me hundo) que apuntaba como pauta válida de la
realidad poética de Bustriazo. Aquel verso se extiende y complementa en unos
versos del quinto poema: la muda la
hachecita que lo corta / en dos en cala y ceca lo decide / el Piedra Juan
dibuja lo que escribe / y desdibuja Juan en la retorta.
La
paradoja, esa dama esquiva de la ironía, supondrá que aquello que la voz
poética imaginara como despedida, diez poemas después, acabarán en proximidad:
el lector más cerca de Juan, del Piedra Juan y de Juan Bustriazo.
(paréntesis fotográfico:
Puelches. Catorce fotografías. Parque sin juegos y sin niños. Cancha de fútbol
vacía. Sombra de cementerio. Chatarra neumática. Colectivo en medio de la nada.
La pampa seca y la brecha de la nacional 152 que divide el horizonte. Blanco y
negro. El paisaje ahonda la aridez de la soledad. Catorce fotografías a cuenta
de narración y poesía. Puelches)
Final:
Otro Tendal. La poesía siempre ocupa tendal aparte. Los poemas como contracara
del Diario. Cara y ceca..La soledad y la sed. Puelches y Bustriazo. La Chatarra
Espacial y la pampa seca: la soledad abisma la desolación. La sed. El descenso
al Tártaro: despedida, proximidad y la paradoja echa el cierre. La sed. Escribir
en el “orsai” hundido de sed. La Soledad y la Sed y, en medio, la suma de los
días y lo que la contradicción no salda, pero existe y sigue.
Nadie
puede salir indemne después de pasar por la poesía de Bustriazo, nadie sale
indemne después de la lectura de los poemas del Diario de Puelches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario