La Selva Fría por Sergio De Matteo


Publicado en la revista La Costurerita

El devenir del hombre se articula entre el orden y el caos, tiene épocas de progreso y otras de decadencia; quizá Giambattista Vico haya pergeñado una respuesta precisa a los ciclos históricos, cuando señala que “la historia no se repite, no son ciclos cerrados, más bien una espiral creciente que crea nuevos elementos”.

El libro de Silvia Castro, La Selva Fría, se halla atravesado por una serie de recursos que podríamos destacar en un estudio más detallado, pero el objetivo de estas líneas es entusiasmar al lector para que vaya a vivir su propia experiencia; aunque vamos a señalar algunas claves del mismo, que corresponden a otra lectura que no es la de autor.

Las cuatro partes en que se divide el texto están encabezadas por epígrafes o citas que contextualizan el tema a tratar. Cada una de ellas representa fragmentos que conforman un todo; un correlato en donde se sopesa la relación conflictiva de un pasado con una exuberante naturaleza (“ranuras/ por donde leer/ los labios del reino vegetal”), y un presente, con futuros más que inciertos, en donde la maquinaria urbana consume sin cesar recursos del medio ambiente, pues “el alambre es un reptil de ciudad”.
Desde palabras que aluden a las culturas originarias (Nguenechen, pehuén, rehue, machi) que, por su aciago destino, muestran o demuestran los contrastes con la civilización depredadora, y, principalmente, se destaca, en el relato, como exuda el diálogo con la tierra y los ancestros; desde ya, perdido o expurgado en las patrias de occidente.

En esa espiral que crea nuevos elementos, podemos observar el cambio interpretativo que sobreviene a la nominación del capítulo “Cigüeñas”; porque de inmediato lo asociamos al ave que todos conocemos; pero al comenzar a leer se revela que se trata de la herramienta mecánica para extraer el petróleo.

A pesar de ese escenario emergente; la poeta repone a través de la palabra escrita, en el modo de decir, el viejo ritual de la ronda alrededor del fuego, cuando la tribu se reunía y contaba los acontecimientos que hacían a su propia existencia. Los sucesos que se fabulan entretejen y mixturan el tiempo histórico con el tiempo de escritura, desde donde se resignifica, a pesar de la coyuntura que nos lleva a la catástrofe, “la diferencia/ entre individuo y población/ en una misma especie/ se aprecia en la raíz…”.

Sergio De Matteo

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