Poemas del Vell Talp

T R E S M I R A D A S

(Hugo dixit)

Aquí van tres poesías que tienen como punto en común y correspondencia, tus miradas en las tres fotos que te sacó Bruno.
Se me ocurrieron las tres a partir de ampliar las tres fotografías. Allí advertí que había tres miradas diferentes. La primera mirada estás mirando hacia arriba y cuando uno mira de esa forma o lo ganó el pavor o, como en tu caso, lo ganó la secreta esperanza de que allá arriba hay algo interesante.
La segunda mirada está fija sobre el río, riachuelo o arroyo y allí se recupera la ingenuidad de la "primera vez" en todo. La tercera mirada, hay para hacer un ensayo.

Es el desvío de la mirada sobre el río, parece decir ¡que no quiero ver más! ¿quizá la tentación de tocarle el culo al tiempo? o, quizá, y es por lo que apuesto, quien está en posesión del secreto de lo que se oculta bajo el agua de los ríos, sabe que hay "un punto" en que la mirada ha de desviarse porque el riesgo no tiene recompensa.


I

no sólo
los pasos
bajo las hojas,

-no,
ella se queda
de los pasos
que desgavillan
el cielo de los álamos


II

nunca el río,
de sí mismo
desata
idéntica lazada
(...según lo hablaba
el oscuro de Éfeso),

-es cierto,
quién se asoma al río
también
se asoma
a su abismo

-ya,
pero ella sabe
que eso
siempre
sucede por primera vez.


III

(un punto,
un extrávico punto,
donde el río
corre en el río
de otro río),

un punto
cuando todo cesa
y existe
y cesa
y ya no es
el retorno
la distancia

-si,
pero ella está
detrás de las veladuras
de ese secreto,

-¡y aún así
desvía la mirada!

-y se deja
lo que ya
hurtó el párpado.




Hugo García Saritzu. Barcelona, Junio 2009

3 comentarios:

Bruno Di Benedetto dijo...

¡Qué buenos poemas, Hugo!
Un (t)río de miradas dentro de otro (t)río de miradas.
Y el río más largo del mundo cruzando el Atlántico.
Abrazo.
Sil: usted ya sabe. Y mis respetuosos saludos al enanito mágico de la Nikkon.

Olga dijo...

Ver en los ojos de los otros,desde la espalda, o escondidos mas alla de lo que la fotografia nos permite navegar... es sentir el alma del poeta ...que solo otro poeta puede vislumbrar.
Muy bueno Hugo,¡pavada de referentes familiares tiene la Olguita!

Anónimo dijo...

Estilo del hombre solo
Yacía el poeta muerto desde la obscuridad sin vela, solo. Fue una noche alargada por las sombras de piedras negras y azules. La noticia del fallecimiento de Bustriazo Ortiz enlutó la ciudad lagunera que una vez más en torno al “penca” debe esperar, como si el universo del vate fuera siempre intrincado, primero su obra que se desentierra a cuenta gotas, una vasta obra inédita que se espera, y luego este estilo de despedida con sabor amargo.
Poco menos que un centenar de personas (familiares, amigos, escritores, músicos, artistas plásticos y políticos, periodistas entre otros) aguardaba la llegada del cortejo silenciado en la mañana tan fría. La carroza fúnebre se detuvo frente a la entrada del viejo cementerio y del único carro acompañante bajó la enfermera y esposa de Bustriazo, Lidia Hernández, quien no pudo esquivar las miradas de todos los presentes, y fue la grandeza del poeta Edgar Morisoli quien ofreció no sólo su saludo respetuoso a la viuda sino que también tendió y selló sus manos al levantar una de las manijas del ataúd que transportaba los restos del poeta nochernícola. ¡Hay que aplaudirlo! sugirió alguno de los presentes y un tibio aplauso cortaba el aire rancio del momento incómodo acompañando la caminata lenta y pausada hacia la despedida postergada.
Las callejuelas que crujían amarillas en la arquitectura funeraria del camposanto, entre bóvedas y panteones, surcaban el drama del adiós a Bustriazo. La congoja se advertía aferrada a la poesía que intentaba adivinar el aura que se irradia, un saludo atragantado se disparó al aire con lágrimas de salpicaduras y los abrazos se cruzaban sinceros mientras una cripta tan alta como el cielo escondía al poeta que se transmutó junto a un ramillete pampa de flores diminutas que depositaron como ofrenda lírica.
“Oh apartad sus huesos de ese carro común,
está volando la mañana sobre las alas de su edad
y hay cien cigüeñas que se posan sobre la mano derecha del sol” (Dylan Thomas)

Tal vez deberíamos pensar que no fue una despedida y esperar en sigilo la catalepsia de la poesía pretérita que se desentierra de Bustriazo que espera vivir, más allá de todo.
“Cuando la arena violeta
entierre todos mis huesos,
una calandria bardina
vendrá a llevarse mis sueños”. (Estilo 9 Del Hombre Solo de Aura del Estilo J.C. Bustriazo Ortiz)