La casa de las calas


La casa es gris y muy alta. No cabe en el encuadre sin un buen angular. Una ventana en el primer piso, pequeña, con dos celosías que se abren al poco sol que cae. Quizás alguien se asome a las ventanas mientras las pilas se acaban. Escribir las calas sin alimento. Alimento para calas amarillo en el centro y pliegues de crecidas. Las calas se abren lentamente mientras las mañanas iluminan. Las calas estertor de mañana y sombra del ángel que no asoma. El ángel cala en mano para acabar por la noche en andas. Angélicamente hablando de las calas y de los centros asestados. Tropiezo del ángel en la túnica blanca, miembro del ángel en el centro del lugar en sombras. Ángel proyectado por la pequeña parte de un pliegue. Destello del ángel. Apariencia de las alas entre suavidades, ascenso del ángel por los escalones de la savia. Las cantantes líricas son todas blancas como calas, pero no la que se escucha entre toques africanos. María está debajo del tinglado con todas las demás vírgenes mirando a la cantante. El tinglado amarillo brilla con el sol con la Fata Morgana. Luz blanda del atardecer entre flores delante de la casa. Suenan cascabeles al fondo, portón cerrado como una dentadura negra y piano que acompaña. Sobre la tapa del piano el ángel se recuesta a escuchar el rumor de los pétalos sembrados desde la canasta negra. La canasta es un cielo profundo azul cabra. El tambor de la noche asombra a los presentes con su pezuña azul. La parte anterior del diente está próxima. La parte anterior de la cala es azul que no se reclama una vez entregado a su portador definitivo. La casa no se derrumbará por la falta de alimento. El día en que los habitantes de la casa den por sentado que la alimentación es un hábito angélico, saldrán a la luz, y las lentes multiplicarán el vacío derramado. Mientras tanto, la casa permanece en soledad profunda, y para qué asomarse si ya casi es la luz caída tanta luz como la banda real que no sonará. El ángel danza sobre su único pie, los miembros de un ángel crecen del suelo umbrío. El suelo es huella escritura de ángel que gira con el centro amarillo buscando el sol que no lame los pies. Fragancia del sudor del ángel con pecho de paloma. Pecho del ángel transcurrido. Parte alta del ángel entre piernas y partes de la planta. Pavor del ángel ante los insectos que abrevan en su néctar. Exquisito sabor del ángel trepanado entre piernas que hacen las veces. Las piernas alcanzan el fragor y el giro de pasos que no vuelven, estamos ante la clase de fenómenos propios del vegetal consumado. Allí estará también el corrillo de los sueños anticipatorios, la llave destinada a abrir el sueño que dispara tropiezos en la danza. Acabamos de llegar y el ángel arriba a su momento clave, busca balcones, alas de ángel para los insectos porque caen macetas de lo alto. Lo caído es al ángel como la danza al vegetal. Comidos por los años están los frentes de todas las casas inglesas. Por los años y los dientes blancos por los que trepa el verdín. La clave de todo está en conciliar el sueño. La clave es sumar a la pierna la voz. Virginia es negra como las teclas negras que miran las cantantes para no perderse. Las cantantes salen con la bolsa de las compras a buscar los finos suspiros del aplauso. La bolsa pasa de mano en mano por su propio peso. Allí lo amarillo determina la mano en la que habrá de descansar el aire de la tarde que se va. Ellas siempre se paran delante de la casa a ver danzar al ángel. El día está a punto de sumirse en el olvido de la voz. Es muy probable que acabe entre las flores que acompañan el movimiento. El beso de un ángel sobre un pétalo es a la cantante negra como un pie puesto entre las celosías de la fe. La cantante clama por la noche que la confunde con la leche seminal, pero quiere vivir en una casa inglesa. Ganas de mirar por la boca de la noche. Se mueve para cantar, aunque las condiciones de luz sean propicias para el silencio total de los pétalos. Sólo un pétalo y un pie sobre la tapa de la boca de dientes blancos y negros. Solo de la voz que alumbra como una antorcha negra a mediodía. Gotas sobre los pétalos negras gotas sobre las calas, cayendo por el único dedo del único pie. Lo inexplorado de la raza negra tiñe la parte anterior de las calas y las tapas de los pianos. La cola de un pie se mueve como una virgen en la cornisa. Es azul de la noche lo que se agita entre el brillo de la voz o nutria en la profundidad de la garganta. Los pelos crecidos de la noche no dejan ver la piel de la noche. Estamos ante un fenómeno eléctrico. Estamos ante el señor mismo de las calas, danzando en vez de realizar sus tareas angelicales. La regadera fue olvidada por el camino que no deja huella. La regadera dejó que creciera un solo pie. Los demás fueron puestos de patitas en la calle del crecimiento. Este crecimiento se distribuye en bolsas que llevan lo mejor y dejan lo que no se pudo conseguir. Conseguir es uno de los pasos del ángel que ronda la calle paralela. El ángel se consume entre pasos y esperanzas. Las esperanzas son negras y tienen pelos sobre la piel. La piel de la esperanza negra asoma entre los pelos. Es muy parecida al timbre de tu voz, María. María te olvidaste el vuelto sobre el mostrador. El ángel sigue sobre las secuelas del riego chapoteando libre. El ángel toma la pata de la nutria. La pata de la nutria se retoba como la suerte echada. La caída de la casa está pronta a suceder. Hay que salvar a la nutria que nada despreocupadamente entre calas. María recupera su vuelto y la bolsa se mueve en su muñeca para golpear a los caminantes. Uno de los caminantes se detiene delante de María y la golpea. Lleva en sus brazos una nutria feroz. Es el ángel, y la nutria fue tuya alguna vez. María compra la nutria para cenar. Después quizás haga algo con la piel del ángel. Estamos ante todo con la noche encima. La noche aburre a todos con su canción para dormir. La que canta no es la misma. El piano fue llevado a la cámara de vacío. Debajo del piano un gato duerme la siesta. La clase de gatos que duermen de noche mientras las gatas gritan de desesperación. María está muy contenta. No vio aún el agujero de la bolsa. La bolsa sigue oscilando como un pez recién sacado del agua, golpeando la noche plateada. La noche retobada entre calas calcadas de un libro de lectura. Debajo del dibujo la lectura enseña a los niños que saben entender la moraleja. El gato flota en el vacío como una bandera. Tenemos dos finales posibles pero un solo pie. Un final es feliz. El otro es ilegible.

No hay comentarios: