Beatriz Vignoli sobre
El olor de las hormigas en Página 12
"Un hombre mira su infancia/
salta el tapial/ siente el olor de las hormigas". Así comienza el poema de
Yamil Dora que da título al libro en coautoría con la fotógrafa Silvia Castro.
Publicado este año por la editorial santafesina Palabrava, El olor de las
hormigas se presenta el próximo martes a las 20.30 en el Teatro Dante de la
Municipalidad de Casilda, la ciudad que es recordada en los poemas.
Con diseño y diagramación de
Alvaro Dorigo y Noelia Mellit, la colección Anamnesis de la editorial Palabrava
consiste en una serie de obras que ponen a la par la imagen fotográfica y la
palabra poética, sin que ninguna esté subordinada a la otra: ni la imagen
ilustra los textos, ni éstos son pie de foto de las imágenes. Una coherencia
leve, un sutil "hilo rojo" conecta y enhebra el todo. Las imágenes,
impresas "a sangre" (sin margen, en la jerga de la edición) con alta
calidad gráfica y en un formato de objeto libro muy ameno, parecen envolver los
textos como una atmósfera. Silvia Castro produjo la serie de fotos creando sus
propios calados en papel para registrar un pequeño teatro de sombras, cuya
materialidad evocada duplica la experiencia táctil de pasar las páginas. Así
como ella compone una fantasmagoría a partir de materiales humildes, Yamil Dora
elige palabras de la vida cotidiana para escribir poemas conmovedores de
transparente contundencia: una poesía de la memoria, de las sombras que las
ausencias proyectan.
Como todos los libros de
Palabrava, El olor de las hormigas fue pensado para ser el primer libro de
alguien, aquel libro capaz de abrir la puerta para salir a leer. No por esto se
restringe su alcance al público de la literatura infantil; espera también
lectores adultos. Las siluetas de Castro, en ese estar y no estar a la vez que
es propio de la imagen de una sombra proyectada, hacen un perfecto contrapunto
a la rememoración de lo lejano (en espacio o en tiempo) que hace Dora. Ambos
autores juegan a recobrar la infancia en el ejercicio de sus propios lenguajes
llevados a un grado extremo de síntesis: el del contorno, o el acto de nombrar
los materiales esenciales de la vida.
"Menos es más", dice un
adagio minimalista, sólo que en ambos casos se da la paradoja estética de un
barroquismo de lo mínimo, una acumulación de sombras breves y datos ínfimos
abierta al infinito.
Y el juego de sombras chinescas
es a la vez un encuentro amoroso (Dora y Castro son pareja) y una visión en
espejo que pone del revés la idea impensable de la propia muerte, de la propia
desaparición: "Saltar el tapial y volver a la infancia/ que nadie me vea/
que me busquen por otro costado/ que todos se vayan del mundo/ y se olviden de
mí/ que se mojen las fotos/ que no se muera ningún pajarito/ que me dejen un
auto y un perro/ y un almacén para atenderme solo/ y un bar/ para sentirme
solo/ para poder cerrarlo/ y que nadie me espere", escribe Yamil Dora.
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