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Pisagua en la revista La Raza Cómica

 


Fue el verano de 2018, que la poeta Silvia Castro decidió pasar sus vacaciones en la ciudad de Iquique, viajando desde Buenos Aires, donde reside. Una de sus rutas elegidas para (re)conocer la región fue el poblado de Pisagua, distante a más de dos horas por tierra desde la capital de la región de Tarapacá. Ahí encontró de golpe lo que había oído sobre la caleta de pescadores: el mar es una cama elástica, una especie de cierre perimetral natural contra la costa, un lugar estratégico, un pukará desde donde pocas y pocos salieron con vida en distintos períodos políticos macabros en Chile.  O como escribe en el libro:

 

un campo de concentración no es un lugar

es todo lo que se puede morir estando vivo

todo lo que se puede vivir estando muerto

 

 

Silvia Castro (Río Negro, Argentina) también es fotógrafa, por eso registra su visita tomando notas e instantáneas. Una vez de vuelta en Buenos Aires, tardó un mes en terminar su libro “PISAGUA”, que publicó el 2019 en su país (La Gran Nilson), y que hace unas semanas tiene su edición chilena gracias a la tarapaqueña Editorial Navaja.  

  

¿Relacionas tu trabajo fotográfico con tu poesía? ¿Cómo se retroalimentan?

 

Jackson Pollock solía afirmar que en arte “no se trata de ilustrar o representar cosas, sino de expresarlas”, y en cada artista, cada fenómeno reclama su lenguaje. Mi experiencia poética recurre alternativamente al soporte visual y al lingüístico, de acuerdo con la demanda del acontecimiento. Por lo general inicia de un modo fragmentario, que no atiende tanto al continuo como a la irrupción. Parte de la urgencia ante la fugacidad: retener la mayor cantidad de información genuina para luego trabajar en su expresión. La fotografía es útil como registro cronológico y expresivo a un mismo tiempo. Sumando la toma de notas, voy construyendo un corpus previo que a posteriori se traduce en obra: puede ser un libro de poemas, un libro de fotografía, una muestra…

 

FURIA REPRESIVA

             

Este poemario está construido por un dialogo interno, un convencimiento que concluye debido a que se rodea de hechos, y destila naturaleza, que en algo reconstruye, cura heridas, pero que no se vuelve olvido. Tampoco insiste en retrotraer: las pistas continúan en la escena del crimen.

 

para cazar

agazapar el ojo en la lejanía

el animal no debe detenerse

 

toda presa aspira a la invisibilidad

responde a cada fuego su pregunta caprichosa

todo preso aspira a la invisibilidad

 

en el paredón no hay presas ni presos

no hay cacería en la matanza

 

la ropa de los muertos se cuelga sin agua

sin sudor

 

 

 

¿Cómo fue encontrarte con el poblado de Pisagua y su historia?

 

Fui desde Iquique, por la ruta que remonta el cerro y pasa por Alto Hospicio, con una escala en la oficina salitrera Humberstone. A medida que fui acercándome a Pisagua, el camino se volvió más difícil, con desmoronamientos en el tramo en el que comienza a verse el Pacífico y se desciende por curvas y contracurvas hasta el poblado. Saqué muchas fotos desde la ventanilla del auto, sin detener la marcha, para no invadir el lugar y lo que pudiera expresar.

 

 

Era el Año Nuevo de 2018. Al llegar, lo primero que vi fue una fiesta: dos familias celebrando, globos, guirnaldas, niños y niñas en una pileta de lona o saltando en una cama elástica. Dejando ese universo festivo atrás, el paisaje cambió rotundamente: Pisagua, una caleta de agua turquesa rodeada por cerros altísimos, pendientes lisas y centenares de kilómetros de desierto, es una cárcel natural. Se despliegan tumbas de madera torneada a lo largo de sus playas, que desde lejos parecen alguna clase de tipografía misteriosa sobre la arena, y desde cerca, cunas de bebés.

 

La Torre Reloj de Pisagua, construida en honor a los muertos de la Guerra del Pacífico, aloja sus restos en un osario a sus pies. Son el primer estrato. Luego se sumarían dos más, a lo largo del siglo XX. Colonia penal desde 1910, fue lugar de concentración de militantes perseguidos por la Ley de Defensa de la Democracia o Ley Maldita. La cárcel de Pisagua y barracas cercanas, ahora sin techo, fueron escenario de la furia represiva de la dictadura militar de Pinochet.

 

Actualmente sólo quedan en las barracas algunos murales, grafitis, una lengua de mar que entra y sale, y bandadas de jotes y cóndores que secan sus alas al sol. Uno de ellos se me quedó mirando un rato largo, hasta que por fin desplegó sus alas confiado, mientras le sacaba fotos. Ese momento singular e intenso fue decisivo en la génesis de mi libro.

  

¿Cómo surge plasmar poéticamente Pisagua?

 

Todo comenzó con un puñado de notas de viaje en mi celular que fueron transformándose en poemas, en diez días de frenesí poético. Pisagua fue escrito escuchando, traduciendo el sentido de algunos dictados (muchos en modo imperativo), algunos elementos arbitrarios que aparecían sin que pudiera reconocerse su origen: como el vino, por ejemplo. ¿Quién podría pensar en vino en un sitio tan infértil? Varios poemas remiten a la vendimia, al racimo, a la botella estibada, a la bodega. Una posible clave sucedió a posteriori (ya en los días de consultar algunas fuentes para desentrañar estas voces), al enterarme de una forma de tortura creada en este campo de concentración. Se llamaba “la alfombra roja”, y consistía en acostar a los presos boca abajo, uno junto al otro, para que una compañía de soldados corriera sobre ellos.

 

En los poemas las voces de opresores y oprimidos se yuxtaponen, por momentos se introduce un tono más cercano a la crónica, y buena parte de lo escrito parece surgir de la premura con la que se registra lo soñado.

 

¿Cómo ves el estado actual de la poesía argentina? ¿Qué autores/as llaman tu atención?

 

Nombro algunos y algunas poetas que llaman mi atención, por distintos motivos: Liliana Ancalao, poeta mapuche que vive en Comodoro Rivadavia, Patagonia Argentina, cuya poética puede leerse también en mapudungun. Franco Rivero, poeta correntino, construye una poesía en el filo del lenguaje, entre el español y el guaraní. Leer a Laura García del Castaño, poeta cordobesa, es adentrarse en un paisaje onírico y de fascinante oscuridad, en donde el lenguaje explora los límites de un mundo perturbador. Luis Tedesco nació en Buenos Aires y construyó su notable obra poética rondando el hablar mestizo y la gauchesca, con una gran apuesta experimental.

 

La poesía argentina se distingue por su variedad. Hubo una fuerte promoción de la generación de los años ‘90 en su momento, y hoy algunos poetas siguen los preceptos de aquella década, otros se ubican en las antípodas, vuelven a las formas fijas o reivindican otra idea de la lírica. Otros sencillamente optan por ignorar el campo y escribir al margen de su influencia, lo cual da lugar a una riqueza alejada de todo mandato. Una revisión de la poesía argentina debería atender a tres variables que juegan un rol importante en el campo literario: la variable de clase, la territorial y la étnica. La crítica suele pasar por alto o lisa y llanamente desconoce la robusta y bellísima producción de poetas que no viven en los grandes centros urbanos, no son descendientes de europeos y no gozan de la seguridad económica de la pertenencia a la clase media. Argentina siempre hizo una diferencia con su educación pública en la calidad de vida cultural de su pueblo, pero a partir de la instalación de políticas neoliberales en nuestro país, el acceso a los bienes culturales fue haciéndose más y más difícil. Simultáneamente, hubo un salto cuantitativo en la producción y edición independiente, fuera de las grandes casas editoras, generándose un fenómeno de autores-editores: no autoedición, sino poetas y colectivos de autores que abordaron la edición como práctica artística.

 


Entrevista de Chirlo



 Para bajar todas las notas: https://app.box.com/s/v95awq69v7awms6l5a3jsoh2ltm9845n







































¿De qué manera se entrecruza la poesía con tu vida?

Uno habla del cuerpo como si ese cuerpo no fuera uno. Uno habla de poesía desde ese extraño estar y no estar. Poner en palabras lo que se vive es una práctica, pero también es una forma de vida. Hay quienes arrancaron con un taller. Yo arranqué conmigo. Es como menstruar, pero la poesía me vino antes. Me sigue viniendo.

¿Qué te llevó a decidir dejar la docencia en las zonas rurales para trasladarte a Buenos Aires?

Me enamoré de un contrabajista. Huímos juntos a la casa de su madre, en Buenos Aires. Éramos muy jóvenes, buscábamos un cambio de escala. Dejé las chacras por las villas: Soldati, Lugano, Mataderos, Barracas, La Boca, Avellaneda. Cambié un sur por otro. Ahora vivo en Abasto, a pocas cuadras de la casa de Gardel y trabajo en una biblioteca que está ahí nomás de donde vivía Luca Prodan.

¿Qué llegó primero, la fotografía o la poesía? ¿Cómo llegó cada una? ¿Qué similitudes encontrás entre el quehacer fotográfico y el poético?

Se trata de un modo de ver y sus lenguajes. La mirada se educa desde los primeros años, soy de una familia de contemplativos. Desde chica me he quedado mirando cosas. Y si no las veía, tenía cerca quien me las hiciera ver. Para mí las cámaras no son lo fundamental de la fotografía; en poesía tampoco es determinante el dispositivo. En las dos es necesario, siempre que el espesor de la mirada esté debidamente alimentado.

¿Cómo sucedió el primer libro?

La Selva Fría fue un modo de hacerse cargo del origen. Hacía años que estaba en Buenos Aires, intentando cierto arraigo, pero viajando mucho al sur. Mi viejo había cumplido sesenta años, y justo ese año la caña colihue había florecido. La floración de la quila sucede cada sesenta años, y cuando florece, muere. Me puse a escribir sobre esa y otras curiosidades de la región, muy naturales para el nativo, pero desconocidas para otras geografías. Así, en el libro aparece el castor fueguino, las cigüeñas petroleras, el pehuén, desde la mirada del naturalista errante y lejano de todo positivismo, pero también desde una voz que le habla a una segunda persona que bien puede ser ella misma.

¿Hay proyecto de un futuro libro?

Hay dos inéditos, los dos de poesía. Uno es El lado manco, un libro sobre la falta como motor. Como René Lavand, el prestidigitador que era muy hábil con la única mano que tenía, presumo que quienes creamos lo hacemos desde ese miembro fantasma. Hacemos como qué.
El otro libro sucede en dos pueblos: Puelches y Lago Epecuén. Los dos con casi nada o nada de población, los dos con un problema hídrico. En uno dejó de llegar un río, al otro se lo tragó una laguna. Este libro puede que tenga fotos y un diario de viajes como anexos.

¿Se escribe a merced del momento, o se busca cada poema laboriosamente?

Hace poco escribí Blur, un poema que llegó cuando estaba lavando los platos y pensando en el gato de Schrödinger. Lo escribí con los guantes mojados y sin lentes, para que no se escapara. No veía lo que estaba escribiendo, y cuando lo pude ver, la tinta estaba corrida por el agua. En la radio pasaban temas de Drexler. Algunos fragmentos de lo que sonaba quedaron en el poema: “a todo digo que sí con tal de verte” y “juraría que te ví”. Algunos poemas nacen así, otros son parte de un plan de libro, y se buscan y trabajan más.

¿Cuál es la importancia de llevar la poesía a todos los lugares posibles?

Muchos autores se quejan de la falta de lectores, o de que sus libros no se compran. No es de extrañar que eso suceda, porque cada vez menos gente crece poéticamente (sobre todo en los grandes centros urbanos), y el Estado no se ocupa de eso, o lo hace aún muy fragmentariamente. Unos cuantos trabajamos con niños para compensar esa falta. Hay muchas formas de difundir poesía, y todas suman. Yo lo hago diariamente en mi biblioteca, y también en el Centro C. de la Cooperación, donde coordino un ciclo mensual. También integro ahí la organización de un Festival Latinoamericano de Poesía que se hace anualmente.

¿Dentro de qué marcó se dio tu reciente visita a Cuba? Qué reflexión te dejo el viaje?

Por invitación de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) viajamos seis patagónicos (Liliana Campazzo, Bruno Di Benedetto, Sergio Sarachu, Gerardo Burton, Raúl Mansilla y yo) Visitamos una escuela primaria y otra secundaria, dimos talleres y lecturas. Aprendimos mucho en ese intercambio. Del viaje volvimos todos distintos, como quien deja atrás otra dimensión. Recomiendo el abandono de un sistema político y económico hacia otro diferente. Los poetas no nos llevamos bien con el turismo.

¿Puede uno despegarse de la Patagonia?

No. Como te decía más arriba, cuando uno habla del cuerpo, está hablando de uno, como si pudiera irse, pero no.

¿Cómo fotógrafa y poeta, qué podes comentar del panorama artístico de Río Negro?

Hay mucha juventud creando, en todas las artes. Todos nacidos en democracia, con su infancia atravesando el menemismo, y ahora estos nuevos tiempos. Tengo mucha fe en lo que pueda producir esa nueva camada de artistas, en una región que ya va construyendo cierta tradición. Pero es una tradición que no pesa, aún está en un diálogo muy dinámico con las nuevas generaciones, y eso es bueno.

¿Qué consejo le darías a un artista en sus primeros pasos?

Es muy feo dar consejos, como siempre que se da lo que no se pide, hay algo de derroche ahí. A mí siendo joven me sirvió tener un maestro de poética, Alberto Muñoz. No fui a talleres ni seguí una carrera académica para escribir. También fue fundamental la vida vivida, y la intemperie de elegir, cada vez, el camino más libre, que es siempre el más difícil. Si uno busca pasar unos cuantos años de la vida cerca de los que menos tienen, entiende mejor unas cuantas cosas, y crea desde otro lugar. No es imprescindible, pero hace bien. 



Entrevista de Lucas Tolaba

Sobre Isondú



ISONDÚ

"En cada verso, Silvia Castro articula un movimiento que en sí mismo tiene dos direcciones posibles. La primera es contundente y se detiene en la nominación inmediata del mundo. La segunda, abstracta y expansiva, nace del asombro esencial que provoca contemplar ese orden. El efecto es único, poderoso, abisal. La voz de Castro alude lo inaudito con el reverso diáfano de lo cotidiano". Jorge Consiglio.


LOS HUESOS DEL TIEMPO

"Derivas de la dimensión omnívora de la cámara (“las papilas gustativas de la luz”), la fotografía almacena imágenes. Como el relámpago, como el flash, como el isondú, fotografía y poema iluminan zonas oscuras y rescatan lo que se oculta al ojo rutinario.
“En una hoja cabe el mundo”, escribe Silvia Castro, y cada fotografía es botón de muestra. El ojo de la cámara relata sin que importen los desniveles: lo que se ve destaca lo que no se ve,  lo visible tiene su detrás, su fuera de foco, su fuera de encuadre.
El relato siempre será el doble juego de la palabra que nombra y el silencio que la rodea, de los trazos de tinta y el vacío a su alrededor. Dicho de otra manera, en palabras de la poeta y en otro dominio, “una fotografía a imagen y semejanza / del vacío que crea / los huesos del viento la sostienen”. Idénticos los huesos que la mirada del escritor levanta, los que sostienen el relato, los que sostienen el poema.
Espejo y resguardo contra la finitud, la imagen capturada perpetúa fragmentos de vida, detiene el tiempo, anula el futuro y entrega su milagro, su porción de eternidad: el dedo índice que en la fotografía actual de la escultura del cementerio de Recoleta aparece mutilado, ha quedado indemne en la fotografía de la misma escultura, tomada en 1914". Marta Ortiz


CON TODAS LAS DE LA LEY

Cayó a mis manos "Isondú", no necesito decir que es tu libro de poemas. Medio distraído, le eché un vistazo antes de meterlo, quizás hundirlo en mi biblioteca para que dialogue en el silencio del estante con multitud de libros de poesía. No sé con qué voz pues este libro posee una que me parece muy diferente, lo que se suele designar como original. Puedo percibir que lo es, no es lo mismo que precisarlo y decirlo; pero me arriesgo un poco y digo que es tal vez la desenvoltura, el recorrido serpenteante de los versos, la precisión de las frases y el cuidado de las disonancias.  Viejo problema: para muchos esta precisión atenta contra la explosión sentimental; yo no creo, más bien me chocan los lugares comunes, los buenos sentimientos. No los hay en tu libro y eso hace que te lo agradezca. Y que me permita mandarte un saludo con todas las de la ley. Tuyo, Noé Jitrik

CORRIMIENTOS/DESFASAJES

"Mis derechos de autor se acaban en la superficie del agua dice la primera línea del arte poética de Silvia Castro. Pero ella se escurre. Y agrega: La fotografía no existe, es mujer / muerta de parto, y la poesía es su réquiem. Desde las primeras líneas de Isondú los supuestos acerca del arte son puestos en cuestión. Pero, al tomar el riesgo de cerrar cada lugar seguro, la autora logra formas de desplazamiento en las que el texto alcanza un máximo de eficacia. Ella juega: …no existe, nos dice, pero es mujer muerta de parto. Y esta es una de las claves del libro, pues la poeta también es fotógrafa y el poemario gira en torno a una de sus fotos, la que ilustra la tapa. Nos referimos a una toma hecha en el cementerio de la Recoleta. Allí, en la estatua, la educadora Emma Nicolay de Caprile, sostiene a un niño al que le enseña a leer. Vemos en la foto que a Emma le falta un dedo: una fotografía a imagen y semejanza /del vacío que crea escribe Silvia, que también fue docente. Asimetrías, topografías irracionales: la pieza que falta / la que ríe mejor. Ante el preciso disparo del obturador, leemos el poema Laica y nos preguntamos: ¿Es Laika, la perra astronauta, un animal de un solo ojo, la célebre cámara Leica o las tres cosas a la vez? Como escribe Silvia la lengua madre sale movida y es ese corrimiento o desfasaje lo que conmueve sin efectismos, con un lenguaje llano y una poesía compleja. Y si del elemento agua hablamos, Isondú también tiene su reflejo en un libro escolar que lleva el mismo título, de E. Correa Morales, publicado cien años antes que este poemario. Allí, la imagen de tapa aparece completa. El “gusano de luz” al que alude el nombre de este libro es definido como “lujo de esta fauna”. Queda en el lector determinar si lo que alumbra fascina, ciega o nos ayuda a ver. Javier Galarza

De Grecia a New York: de centauros y superhéroes

imagen tomada de: Whom Gods Destroy, 1997





















Silvia Castro - Todo está en el aire


(reseña en Antología Consultada y Comentada, Vol.II, "Las nuevas generaciones"
FER, 2014)



Silvia escribe. Escribe y provoca. Se necesitan más de dos lecturas para entrar en “Dos corazones”. Corazón de hombre? .Corazón de caballo? de Superman? de chocolate? corazón de mujer? de poeta?
Todo poema es una puerta que hay que empujar a fuerza de lectura repetida.
Entreabriendo, empezamos a ver el mundo que la poeta nos descubre.
El poema de Silvia Castro nos plantea desde sus primeras líneas una inquietud.
Su escritura despliega un malabar que marea papel de chocolate, Superman, centauros, locutores en la radio y un hombre que agoniza.
Se desvanece la primera mirada que tenemos sobre lo real, tambalea el concepto racional que nos tranquiliza e irrumpe la otra realidad, la oculta, la ignorada.
El cuerpo de este poema esta atravesado por una tensión entre pares que se complementan, se mezclan y se separan y dan cuenta de la paradoja de nuestro existir.
La palabra de la poeta golpea, repite y nos invita a abandonar la comodidad de lo aparente.
Se vale para ello del numero dos en varias formas. Como enumeración escribe: “no tengo un corazón en la mano/ tengo dos”, “es preciso ser dos”, “lo que era cura/ era cruza de dos”, “silencio va con las dos”,”median/ dos criaturas”, “dos corazones/ requieren/ dos muertes”, “dos vértebras cervicales”. Como duplicación remarca: “doble
vida”, “los lentes duplican/ la cantidad de patas”, “tu doble identidad/ la protege” y también formando pares “hay un tubo de cristal/ entre ella y el”, “no existe diferencia/ entre el/ y Kal El”, “una capsula que tomaron/ hombre y caballo”, “sanos y salvos”, “un corazón a cada lado”, “primero murió el héroe/ después, el hombre”, “respira un corazón/ y otro”.
Mezcla el mito de Orfeo con el mito de Superman y nos muestra cómo seguimos estando a merced de ellos.
Su voz nos lleva a entrever un mundo que pasa inadvertido para nuestros ojos habituados al zapping y al scroll.
Afirma “todo esta en el aire”. Ese aire que ella usa como elemento donde todo se desarrolla, se vincula y se separa. Un organizador del espacio/tiempo donde las dualidades/duplicaciones, mito/realidad, racionalidad/instinto, hombre/héroe, hacen necesarios dos corazones para sobrellevarlo y un par complementario con el caballo para que el hombre este acompañado. El centauro es la débil síntesis que se
quiebra con la caída de Christopher, donde caballo y hombre se rasgan, se quiebran la cerviz.
La muerte (impensable) de Superman se preanuncia en la muerte de Reeve que de hombre de acero se transforma en un papelito metálico que envuelve un corazón de chocolate.
Se pregunta y nos pregunta: “¿cuándo es real?” Desde Grecia a New York los mitos nos envuelven, nos persiguen, nos acechan a partir de un chocolate con un corazón en el logo y un locutor que difunde el poema imposible: Superman ha muerto.
Y nos deja así, vacilando en un aire poblado de héroes y dioses.



Gustavo Werffeli


Gustavo Werffeli (Santa Fe, 1958). Reside en San Carlos de Bariloche desde 1988.

Sus poemas fueron incluídos en Marcas en el Tránsito (Último Reino, 1995) . Es autor de Cuaderno Abierto,  (Último Reino,2001) y Jugar Jamaica ( Ediciones del Dock, 2011)

Schmidt & Wesson

Cuestionario Schmidt: disparen sobre el poeta


Silvia Castro (General Roca, Río Negro, 1968)


1. Qué objetos te acompañaron toda tu vida?

Lo que me tejieron, vengo de un lugar donde hace mucho frío.

2. Sentís presencias, voces, músicas del trasmundo?

Mi abuela era bruja, mi madre es bruja, yo corté el linaje.

3.  Qué pensás de la rosa, los anillos, el mar y los tatuajes?

A primera vista, los une el tiempo (¿lo efímero, lo irreversible, lo eterno, lo indeleble?). Después está lo que cada uno hace con ellos. Debo decir que la rosa y los tatuajes todavía no aparecieron en lo que escribo.

4. Cuál es tu superstición?

Vivo como si fuera inmortal.

5. En qué parte del cuerpo, el aire o el paisaje sentís la poesía?

En la parte que viaja y en la que trabaja.

6. Escribís mientras escribís o antes o después?

Todos los adverbios me dejan.

7. Qué autores no releerías?

Nunca digas de este agua no releeré.

8. De los poetas que conociste cuál /cuales te parecieron que unían su vida a sus palabras?

Escudero, Bustriazo, Juanele, Marosa, Burroughs, Hughes, Plath, Sebald, Günter Grass…

9. Qué, quién, quienes escribe en vos?
El olvido que camina conmigo como un golem.

10. Vuelven algunas palabras, algunos temas o algunos climas?

Por momentos siento que he encontrado mi propia voz, intento que ella no me encuentre a mí.

11. En tu vida, la poesía como propósito, destino o circunstancia?

Vino de fábrica. Como destino, sí.

12. Qué quisieras leer mañana que quisieras releer para siempre?

Pascal Quignard, Brodsky, Graves, Agamben, Borges; Berger, Sontag o Barthes sobre fotografía. O Lucrecio, o Claudio Eliano.

13. Qué pensás del romanticismo alemán?

Es una mansión  para entrar hasta donde te dé el cuero y salir corriendo con un jarrón chino.
E.T.A. Hoffmann. Si me tengo que llevar uno solo, él, sin duda.

14. El silencio, la soledad, la transparencia, el orden, adentro, afuera, a veces, nunca?

Las primeras cuatro vienen bien para escribir. Las otras son adverbios y ya dije antes que todos me dejan.

15. Qué fue lo imposible?

Lo que piden los realistas.

16. La poesía es una arma cargada de futuro, pasado, eternidad?

La poesía es el lado manco de René Lavand. Ahí carga. Con esas cartas juega.

17. La poesía es literatura?

Sólo desde un punto de vista bibliotecológico.

18. Qué lugar ocupa la poesía argentina en Latinoamérica y en la Lengua castellana?

Paso, tengo mucho que leer todavía. Para  responder esta pregunta me gusta Boccanera, que cada vez que abre la boca le aparecen colegas latinoamericanos de los que uno no tenía ni noticia. Hace poco contó lo del brazo de madera de Mejía Duque: un día el colombiano se mataba tanto de risa que se le cayó el brazo al piso y lo hizo saltar del susto a Elvio Romero, que lo miraba con los ojos así de grandes…

19. Cuáles poetas argentinos te parece que deberían estar y no están?

Lo que está y no se usa nos fulminará, decía el flaco Spinetta.

20. Alguien te llevó o fuiste solo a esa palabra oscura?
Me llevó un exilio en el 77, y después, otro en el 93.

21. Fuera de la poesía que campo del arte te interesa?

La fotografía. Lo que queda del texto retratado: música de cámara. La fotografía no existe, es mujer muerta de parto, y la poesía es su réquiem. Del Taj Mahal, la piscina que lo duplica, su sonido. Y la niebla, que empaña la lente.

22. La poesía es una tarea del espíritu o una emanación de la historia ¿hay espíritu, hay historia?

Hay materia. La poesía es materia. El resto de nuestras emanaciones, espíritu, la historia, también.

23. Cuál es la mayor dificultad en la relación existencia-poesía?

Con una vida no alcanza.

24. Quisieras responder otras preguntas, quisieras hacer otras preguntas?


Quisiera aprender a preguntar como Roy Hennigan, el del furor. Gracias por las tuyas y lo que mueven.


Entrevista de El Vendedor de Tierra

Muñecas Rusas fue un ciclo de poesía que convocó en el Centro Cultural de la Cooperación a otros doce ciclos, desde septiembre de 2009 hasta diciembre de 2010. Invitada por El Vendedor de Tierra, la coordinadora del encuentro,Silvia Castro, hace un balance de esa experiencia, que define como una oportunidad de haber prestado “atención a la parte invisible” de esos espacios de lectura poética.

¿Cuál es tu balance sobre Muñecas Rusas Ciclo de Ciclos del CCC?
Los encuentros de lectura de poesía son en su mayoría dinámicos, tienen un tiempo de vida que varía de acuerdo a su formato, objetivo y contexto. Por Muñecas Rusas pasaron una docena de ciclos, muy diferentes entre sí, pero con la meta común de difundir a los  poetas y su obra. El intento de tomar una fotografía de cada uno y de todos juntos creo que se logró. Para seguir con el símil, podemos hablar del momento de la toma, de la foto misma, de su pasado y de su futuro.
Cada ciclo llevó su propuesta sin restricciones, salvo las que producía el cambio de contexto: huellas del espacio físico, o rituales habituales en el sitio en el que son sede, y que no estaban en el CCC. Hubo quienes se llevaron todo puesto, otros lo dejaron en casa. En cada caso fueron libres de elegir.
La foto fue para ellos, el ojo fue nuestro. Su pasado y presente se hicieron visibles en el formato, en el público concurrente, en la convocatoria, en los dispositivos de difusión, o en el criterio de selección de invitados.
Mirando hacia adelante, veo la inminencia de nuevas propuestas, como la deCarne Argentina, de encuentros de lectura de traductores de poesía; ciclos barriales, como el Arrojas Poesía al Sur, de Barracas; o ciclos itinerantes, como el Trobar Clus o la Hernia de Sísifo, con incorporación del conurbano a la vida poética porteña… ingredientes que suman a la renovación y diversificación de una práctica que se extiende y perdura con vitalidad.
Antes que la foto de Muñecas Rusas, un encuadre arbitrario, un encuadre sin bordes, me quedo con el ojo abriéndose paso en esta rara topología que se produjo en el ciclo de ciclos, que en su presentación resumí como “sacar de adentro lo que está afuera”.
¿Conocías todos los espacios que fueron invitados? ¿Cuál era tu expectativa antes de su inauguración?
Algunos sí los conocía por haber sido invitada como poeta, otros, porque leía algún colega o amigo que me interesaba escuchar. Digamos que esta fue una oportunidad para dar la recorrida completa y prestar atención a la parte invisible de los ciclos. Antes de hacer Muñecas Rusas para mí lo que contaba en una lectura de poesía eran en primer lugar, los poemas, en segundo lugar, sus autores, y el resto podía aportar algo, pero no era imprescindible.
Muñecas Rusas podría tratarse de un experimento acerca de los límites de la lectura  poética, en el sentido de lo esencial, lo central o lo específico, por oposición a lo secundario, lo marginal o lo accesorio, de alguna manera la cuestión que Derrida encara en el primer ensayo de La verdad en Pintura, eso que Kant llamaba el parergon (marco u ornato) ¿pertenece o no a la obra?, ¿es una parte esencial o un suplemento? ¿Qué le aporta un ciclo al hecho poético? ¿Qué le aportaría entonces un ciclo de ciclos?
Con esas preguntas surgió el concepto de Muñecas Rusas, que ya de por sí plantea el problema de los márgenes y los centros: ¿qué está dentro de qué? ¿de qué es centro el CCC? Mi expectativa era sobre todo hacer una puesta en fuga de centros y periferias y dejar que todo eso ocurriera con una mínima intervención, para explorar de qué modo lo invisible cobraba forma.
¿Qué puntos de coincidencia y qué diferencias principales encontrás entre los ciclos que participaron?
Podría aventurar que entre ciclos todo lo esencial es coincidente, y que la diversidad la da el grado de imprevisibilidad de lo que va a ser visto y escuchado.
Detrás de todos los ciclos hay uno o varios poetas dejando de lado por un momento su lugar de autores para ofrecer lo que ellos estiman que es legible y puede y debe o debería ser leído. Para ello se valen de otros poetas que sí intervienen como autores. Todos los poetas al crear tomamos decisiones hasta que llega un punto en el que nuestro material de trabajo decide por nosotros, y cuando coordinamos ciclos, también.
Tanto en una entrevista, como en el diálogo con el público hay una cierta ilusión de control de ese programa inicial, una cierta afinidad o un cierto acuerdo estético/político previos entre poeta convocante, poeta invitado y asistentes, pero aún en una situación como esa sucede lo imprevisible que a mi entender contribuye a identificar lo poético del formato de un ciclo. Varios de los momentos más intensos de todos los encuentros fueron aquellos en los que se produjo este corrimiento del invitado de aquello que se estaba esperando de él. Un episodio que está dentro y fuera de los planes a un mismo tiempo, que por momentos explotan algunos ciclos, sobre todo los más propensos a la transgresión, como Maldita Ginebra, que lleva el desenfoque a punto caramelo. Sin llegar a esa consistencia ambarina esto se produce  más o menos sutilmente en todos los ciclos, con variadas coloraturas. No pienso en el golpe de efecto, el stand up o la simpática ocurrencia, me refiero más bien a una intrusión de lo poético que no está en lo que se lee sino en la interacción de poetas, coodinadores y público. A esta poética, aparte del azar, la facilita –o la obstruye- el dispositivo que cada ciclo armó, y va ganando -o perdiendo- con el tiempo identidad y espesor.
¿Qué motivos llevaron al Espacio Literario J. L. Ortiz (del CCC) a realizar un ciclo que reúna a las diferentes mesas de lectura de poesía que se organizan de forma periódica?
Había una intención de abrir el juego en la difusión de poesía, dar un espacio neutro,  cercano, con una intervención casi de grado cero, para que los ciclos de Buenos Aires y sus públicos tuvieran la oportunidad de integrar sus propuestas.
¿Podrías mencionar los temas de los debates que tuvieron mayor repercusión entre los participantes y el público?
No podemos hablar de debates, sí de comentarios o reflexiones que se fueron dando en cada encuentro y sobre todo al final. Como cierre hicimos una suerte de asamblea de coordinadores para intercambiar impresiones sobre nuestra actividad, con cada uno dando cuenta de los pormenores, dificultades, curiosidades, en algunos casos anécdotas, que quieras o no hacen a la identidad de su ciclo. El público tuvo esa vez su representante: uno de los asistentes más asiduos, que no es poeta pero le interesa escuchar, pidió tener voz en la evaluación final. Su aporte fue marcar eso, que en estos eventos se trata sobre todo de un circuito cerrado de poetas, que están presentes convocando, leyendo y escuchando.
La escucha también fue un tema importante: quiénes escuchan a quiénes, quiénes se levantan y se van, quiénes llegan tarde, los posibles motivos, el derecho a no escuchar, el silencio y su valor…
En alguna oportunidad se planteó qué ocurría con los públicos de los ciclos, por qué cada uno tiene su círculo de poetas afines, y los asistentes no suelen, salvo excepciones, moverse de propuesta en propuesta.
La idea de reunirse a pensar se debió a que, pese a que había un supuesto centro puesto en los poetas y sus lecturas, concitaba la atención y debate el contexto en el que éstas sucedían. El qué se leía respondía por el dónde, el cuándo, el cómo y el por qué.

Los ciclos invitados  y sus coordinadores:
Interiores – Inés Manzano
Literatura Viva – Gerardo Curiá y Lidia Rocha
Fedro – Florencia Walfisch y Ana Laferranderie
Lecturas en Bartolomeo – Daniel Grad
Maldita Ginebra – Héctor Urruspuru
Café Literario Antonio Aliberti – Luis Raúl Calvo
Siempre de Viaje – Karina Macció
La libre – Simón Ingouville
Humbert Humbert -  Lucas Soares, Hernán Lucas y Esteban Bieda
Zoopoetas – Ignacio Osorio
Piedra y camino – Daniel Quintero y Daniela Scagliola
La Hernia de Sísifo – Javier Saleh
Bombplan (Claudia Prado)  y Carne Argentina (Selva Almada) fueron invitados pero no asistieron por problemas de agenda.
A partir de este mes(03/2011), Silvia Castro encabeza junto a Carlos Juárez Aldazábal el cicloLecturas en el CCC, que se inauguró con el santiagueño Julio Salgado. En abril será el turno de Héctor Berenguer.


(Entrevista de Alejo González Prandi)